Monday, November 4, 2013

La fiebre por el oro está destruyendo los bosques

La estampida hacia el oro en los bosques amazónicos de Perú, donde las minas ilegales se han multiplicado en los últimos años, representa una de las mayores amenazas para este ecosistema precioso, advirtió un grupo de investigadores.

Gracias a observaciones aéreas, satelitales y sobre el terreno, un estudio estadounidense-peruano suministra por primera vez informaciones precisas y fiables sobre esta actividad ilegal en la región de Madre de Dios, en el sudoeste de Perú.

Más devastador que la deforestación. Los buscadores de oro son en su mayoría peruanos pobres que tienen deudas -contraídas para comprar comida en la mayor parte de los casos- con los "barones del oro" que los fuerzan a la explotación de las minas.

De ahí "los enormes daños infligidos al bosque amazónico y al suelo en inmensas extensiones, ya que el mercurio utilizado para extraer el oro contamina los suelos y los afluentes del Amazonas, que podría verse afectado durante siglos" lamenta Greg Asner.

Los mineros cazan igualmente de forma salvaje para alimentarse, destruyendo una gran parte de la fauna en las zonas cercanas a las minas, apunta.

En Colombia arriesgan la vida por el oro. Hernán Pineda es una de las 4.000 personas que cada día arriesga su vida en el poblado de San Antonio, en el noroeste de Colombia, para sacar oro de minas ilegales, donde se trabaja con gran desorden y mucho afán por hacer dinero.

Pineda, de 40 años, se dedica desde que tenía 13 a la minería informal y hace unos once meses llegó a San Antonio, en el departamento de Antioquia, desde la ciudad de Medellín luego de que un amigo le contara lo bien que le estaba yendo en esa zona.

En la búsqueda de fortuna. La fiebre del oro en San Antonio comenzó hace unos dos años y desde entonces cientos de mineros -entre ellos también mujeres y niños- han llegado desde diferentes partes de Antioquia buscando fortuna.

Muchos duermen en campamentos en los que levantan estructuras de plástico o madera para pasar las noches. La crudeza del trabajo y las incomodidades valen la pena cuando algunos días cobran hasta 500.000 pesos (unos 265 dólares), equivalentes al 30% o 40% del valor de lo que sacan de la mina.

Después de 27 años de trabajo como minero informal, Pineda dice que ha visto "de todo" en cuanto a accidentes, que lo han llevado al hospital y han dejado a muchos de sus compañeros "ciegos, mochos o sin vida".

Así, después de cumplir hace pocas semanas los 40 años y "muy enfermo de los pulmones", dice que llegó la hora de retirarse.

No comments:

Post a Comment