Monday, October 8, 2018

Dorada informalidad

Hablar del oro, de su explotación y su cadena de comercialización, informales, es un juego reiterativo y un esfuerzo vano pero apasionante como apasionante es el brillo de este metal.

Mucho se ha escrito sobre el tema pero hay un cambio substancial en los tiempos que corren cuando columnistas, políticos, economistas, mineros y también ciudadanos comunes, llegan a la conclusión de que gracias a la política minera actual que fomenta la minería informal esta representa ya alrededor de un tercio del valor de ventas del sector minero y cerca del 10% del valor total de las exportaciones.

Algo había pasado y el tema merecía una explicación.

En pleno boom de precios de los metales (2009-2014) el 2013 nos sorprendía con anuncios en la prensa (v. g. Página Siete 11.08.2013) sobre un insólito rubro de exportación de oro que salía del país bajo la denominación de desechos y amalgamas por un valor de $US 1.099 millones, que representaba el 90,4% del valor total de las exportaciones de oro del país ($us 1.215,22 millones en 2012). La noticia causó revuelo por meses pero el tiempo, el mejor elixir para el olvido logró atenuar la reacción hasta hacerla incierta y dispersa.

En una columna mía de la época (La magia de los números, La Razón 14.06.2013) abundé en consideraciones sobre la imposibilidad de explicar estos números con la capacidad operativa de las unidades registradas de la época y sin considerar la vía non sancta del negocio (contrabando y operaciones mineras ilegales).

Paralelamente y en otros lugares del sub continente publicaciones similares inundaban periódicos y revistas especializadas: una de Eliades Durán Espino corresponsal en Panamá de El Siglo (Colombia) tenía un sugestivo título: "¿Lavar oro u oro para lavar?; otro artículo en la revista Energy Press (15.07.2015) titulaba: "Investigación revela venta ilegal de oro"; una nota en Infomine (26.11.2014) destacaba "Surgen nuevas rutas para contrabando del oro entre Perú y Bolivia; el libro "Minería ilegal e informal en el Perú, Informe socio económico", de Víctor Torres Cuzcano (Ed. CooperAccion 2015, Lima Perú), versa sobre la problemática en ese país, y podemos seguir. El problema era regional y la cuenca alta del Río Amazonas y sus ricos yacimientos aluviales de oro estaban siendo "asaltados" por mineros artesanales cooperativistas, garimpeiros y grupos irregulares que fomentan y financian tan lucrativo negocio.

No se trata de demonizar la minería informal que es proveedora de fuentes de trabajo para los sectores empobrecidos de los países del sub continente, pero una cosa es considerarla una solución precaria y otra, fomentarla pese a que carece de parámetros de control técnico, de seguridad industrial y de tributación y convertirla en un componente de primera línea de la producción pese al alto costo ambiental y social que conlleva. Hay una historia específica en cada país en el tratamiento de este problema que va desde la lucha frontal en el Perú, pasando por limitarla a zonas conflictivas en Colombia, hasta la pasiva permisividad en Bolivia.

La dimensión de la generación de riqueza de la extracción de uno de los metales más caros (Precio del oro en el día $us 1.201/onza troy) hace que muchos actores y operadores mineros actúen en la delgada línea que limita la legalidad con el obscuro mundo del contrabando, el lavado de dinero, la corrupción y el tráfico de bienes y servicios. No hay nada nuevo que añadir a esta columna que como muchas que escribí en el pasado compiladas en mi libro "De oro, plata y estaño (Plural Editores, 2014 y 2017, La Paz, Bolivia) solo pretende la meditación de los que todavía soñamos con una verdadera industria minera nacional.

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